Novela Pangie

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domingo, 3 de noviembre de 2013

Capítulo 3

Después de salir del estudio de música y como aún era temprano, Angie decidió quedarse paseando por las callecitas románticas y coloridas de París antes de volver al departamento. Después de caminar un poco se encontró frente a un bar muy colorido, el que le llamó la atención por la razón de que de su interior provenía una canción que ella conocía bastante bien…

 

“Ya verás que algo se enciende de nuevo Tiene sentido intentar cuando estamos juntos (…)Si crees que es sólo un recuerdo Y que tu interior está desierto Si dices mi nombre yo te iré a encontrar” ♪ ♫

 

Entró por curiosidad y vio a una banda conformada por chicos que tocaban su canción, al terminar los aplaudió y comenzó a recordar a cada uno de sus alumnos del studio con nostalgia; en eso estaba cuando de pronto vio acercarse hacia ella a un mesero que vestía una remera azul, fue ahí cuando sus recuerdos se alborotaron y vio en ese hombre el rostro de un mesero que ella ya conocía y que vestía igual que este, el rostro de…

 

Angie: ¡Pablo! (sobresaltada miró frente a ella y vio al chico con cara extrañada esperando tomar su pedido) Ehh… disculpáme, ¿me podés traer un licuado de naranja?

 

El hombre asintió y al rato con llegó con el pedido y lo puso sobre la mesa.

 

Angie: Gracias Pablo (el chico la miró extrañado nuevamente, Angie se dio cuenta de su equivocación, sus mejillas se enrojecieron y le pidió disculpas, el chico mostrando una leve sonrisa se retiró).

 

Sabía que hace un mes había dejado Buenos Aires, a Violetta, al Studio, a los chicos, a Pablo… y estaba consciente de que por el intenso trabajo que debía realizar en Francia, había dejado de lado un poco a quienes más quería y no los llamaba tan seguido como pretendía hacerlo, pensando que este era el simple motivo por el que había visto a su amigo reflejado en ese chico.



Al día siguiente, despertó con una sensación muy extraña, no le incomodaba por lo cierto, sino que la llenaba de curiosidad; era como si algo muy bueno fuese a suceder, pero no sabía con certeza que era. Se levantó, fue a la ducha y luego de salir, vestirse y vestirse y volver a vestirse sintió que el teléfono estaba sonando.

 

Angie: ¿Aló?

 

Conserje: Aló señorita Ángeles, buen día. Soy el conserje del edificio, la llamo porque un repartidor trae un ramo de flores, dice que están a su nombre. ¿Dejo que suba?

 

Angie: (extrañada) Ehh claro no hay problema, muchas gracias. (Al rato llaman a la puerta)

 

Repartidor: Hola, buen día le mandaron estas flores, son para usted.

 

Angie: ¿Y se puede saber quién las envía?

 

Repartidor: Yo no sabría decirle señorita. Solo cumplo con traérselas.

 

Angie: Ahh bueno… si es así. Muchas gracias. ¿Te debo algo?

 

Repartidor: No, nada. No se preocupe. Que esté muy bien y disfrute este hermoso y maravilloso día.

 

Angie: (lo mira un poco extrañada) Bueno… gracias.

 

Las flores eran hermosas, de un tono amarillo anaranjado como a ella le gustaban; en medio de las flores había una tarjeta y casi sin pensar antes de actuar, comenzó a leerla:

 

“Me gustaría saber si te gustaron mis flores y también si quisieras almorzar hoy conmigo”

 


Antes de terminar de leer  volvieron a llamar a la puerta, Angie se dirigió pensando que algo había olvidado el repartidor. Al abrir, sus ojos impresionados se llenaron de lágrimas y su corazón pareció paralizarse de alegría. 


                                                                                      (Continúa…)

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